El clavo
El clavo Juan y Rafael tenían mucho que contarse después de no verse en veinte años. Habían quedado en aquel restaurante y, como era obvio, la cena se alargó. Eran los últimos comensales, pero faltaba apurar el vino. No había camareros; sólo la dueña, que ansiaba cerrar. La conversación era animada. Estaban de acuerdo en todo, pero no en las cadenas de casualidades. —La famosa teoría del caos y el vuelo de la mariposa —dijo Juan para explicarse. —Bobadas —contestó Rafael— Causas y efectos son siempre previsibles. —Mira: ¿conoces ese poema de que por un clavo se perdió un reino?… —No. —Dice que por culpa de un clavo torcido se cayó una herradura; luego, por culpa de esa herradura, se cayeron el caballo y el jinete. Como éste era importante, se perdió la batalla. Y, finalmente, todo el reino. —Anda, Juan, ¡y todo por un clavo!… ¡Demasiado exagerado! —Y dio un manotazo al aire, que acabó por tirar su copa de vino. Enseguida, la dueña acudió con una ba...