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Mostrando entradas de octubre, 2021

Joyas (24) A la muerte de Rubén Darío (Antonio Machado)

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                                                                                 A la muerte de Rubén Darío   Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar? Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares, corazón asombrado de la música astral, ¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfantes volverás? ¿Te han herido buscando la soñada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitán? Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, españoles, en un severo mármol, su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo, nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.            Antonio Machado

En lo que queda

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                                                                                     En lo que queda     No Ya sé afrontar mi destino. No quieras que me levante, no me pidas más favores, que responda a tus demandas, tan cargadas de razones.   Siempre huyendo de la nada, y acabar en el vacío; haré caso al corazón: seré más fiel al instinto.   Llegado este instante último de supuesta lucidez, no hay descartes, no hay más bazas, ni otras causas que creer.   Desde ahora, en lo que queda, me moveré por impulsos: entre enfermos inocentes y ancianos que están reclusos.   Generoso en el remedio, sólo si se ríe un niño. Toda ayuda de mi mano para quien fue pobre y digno.   Pues la cita ya se acerca. La noche no espera ya. La fuente ya no mana. Ya este abril no llegará. Es final definitivo. Ya                                       Luciano Maldonado                                                 (2019)

Joyas (23) Soneto XXIII (Garcilaso de la Vega)

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                                                                                                                                                                                                                                                     Soneto XXIII   En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena;    y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre.                                    Garcilaso de la Vega    

Auxilio

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                                                                                               Auxilio Veranos de niñez. Más sol, arena y olas. Juego a ser pez en la espuma de tu orilla y soy dueño del tesoro de cien conchas. Veleros piratas, en la lejanía, cambian el rumbo, miedosos, a las proas: mi fortaleza nunca será vencida. Me envuelvo en la bandera azul de tus ondas y hago míos los susurros de tu brisa, que eleva en vertical risa de gaviotas . Amor de juventud. Música desde el puerto. Los marineros engalanan las barcas y hacen, de sus cánticos, un bello rezo. Meces a la patrona sobre tus aguas que nos acercan a los pies un recuerdo: besos de flores caídas de guirnaldas. La misma luz que espejea en mil destellos dora dos cuerpos fundidos en la playa, un deseo de eternizar el momento. Es ya consumación. Se acaba el postrer acto. Ahora sueño que me arrastra la marea, el impulso al horizonte de tu mano; veo flotando, poco antes, una botella y el mensaje de auxilio que me has mandado