Necesaria lírica - Luciano Maldonado

                                                        ¡Ah de la vida!… ¿Nadie me responde?   ¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde.   ¡Que sin poder saber cómo ni a dónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde.   Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado.   En el hoy y mañana y ayer, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto.                          Francisco de Quevedo                            

  Se equivocó la paloma Se equivocó la paloma. Se equivocaba. Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba. Creyó que el mar era el cielo; que la noche la mañana. Se equivocaba. Que las estrellas eran rocío; que la calor, la nevada. Se equivocaba. Que tu falda era tu blusa; que tu corazón su casa. Se equivocaba. (Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama.)                    Rafael Alberti

  Escogí admirar la belleza Nací sin comprender motivos, en juego de confusas reglas, el ciego final del destino oculto siempre a las ideas. Rebelde ser ante el olvido, enfrentado a injusta condena. Crecí para buscar las causas, fuente en que beben las razones, vi que alegrías y desgracias son dos caras de un dios enorme, que todos los opuestos se hallan formando parte de un mismo orden. Escogí admirar la belleza, caminar sintiendo emociones, rodearte con flores de poemas, puros, intensos, los mejores, para así tenerte más cerca, musa de luz, de gracia y dones. Me he sentado al final del día en esta senda que soñé, y oigo la triste melodía, la que siempre ha envuelto a mi ser. Es nota última, desvalida, como el fin de un vals de Chopin.                           Luciano Maldonado                               (Gijón, 2022)

                                                                                 Underwood girls Quietas, dormidas están, las treinta, redondas, blancas. Entre todas sostienen el mundo. Míralas, aquí en su sueño, como nubes, redondas, blancas, y dentro destinos de trueno y rayo, destinos de lluvia lenta, de nieve, de viento, signos. Despiértalas, con contactos saltarines de dedos rápidos, leves, como a músicas antiguas. Ellas suenan otra música: fantasías de metal valses duros, al dictado. Que se alcen desde siglos todas iguales, distintas como las olas del mar y una gran alma secreta. Que se crean que es la carta, la fórmula, como siempre. Tú alócate bien los dedos, y las raptas y las lanzas, a las treinta, eternas ninfas contra el gran mundo vacío, blanco a blanco. Por fin a la hazaña pura, sin palabras, sin sentido, ese, zeda, jota, i... Pedro Salinas

          Deberes Antes de abrir bien los ojos, el mundo se hace ligero, todo es perfecto, fácil, posible, sin lastre de envidias y odios. Las palabras vuelan libres, alas de luz hacia el cielo. Pero luego la mañana me devuelve a lo real. Giro en laberintos sin salida, repletos de ocultas trampas, ya la acción no es tan sencilla, muy pronto se borra el ideal. Pienso, sin más dilación, que he de ponerme deberes. Prometo abrir los ojos del todo, no endosiar a la razón, fundir mi soy en un somos, no anestesiar la conciencia, no olvidar al ser que siente ni, de amar, la contraseña, dejar que la poesía me encuentre siempre fiel al corazón.