Necesaria lírica - Luciano Maldonado

                                                                                    Donde gobierna Amor     No más dudas. No hay lugar al temor. Ni a lanzar cien excusas al destino. Jamás traicionaré a este ser divino. Nunca huiré de donde gobierna Amor.   Pues tengo su fuerza, siento el valor. La meta que me aguarda en el camino también será el punto en que culmino esta fría senda con su calor .   Gracias, al fin, por compartir tu cielo. Mi fe siente el vigor de esa mirada; con su luz se ha saciado mi desvelo.   Todo es extraño lejos de la amada. Por eso sólo tengo ya un recelo: no estar contigo desde tu llegada.                                              Luciano Maldonado                                                  (Gijón, 2019)  

                                                                                             In vino veritas   Nutres tus raíces de savia bíblica, mosto del fruto que cultivó Noé, regalo de Baco que alegra la vida, vigor de grial si te invocan con fe.   Llenas de tu sangre odres y barricas, trasiego del milagro de Caná. Sanas de Lázaro todas las heridas y huye la mentira ante tu verdad.   Quiero gozar de esta crátera rojiza, sentir en los labios tu bendición; alzo contigo mi copa, bien arriba,, y brindo así por ti, precioso don.                                Luciano Maldonado                                    (Gijón, 2018)  

                                                                                                                                                            La venganza de Don Mendo                                            (Fragmento de la obra teatral . Diálogo entre Don Mendo y Magdalena)                     Don Mendo ... Hablamos... ¿Y vos qué hacéis? Aburrirme... Y el de Vedia dijo: No os aburriréis; os propongo, si queréis, jugar a las siete y media.               Magdalena   ¿Y por qué marcó esa hora tan rara. Pudo ser luego...                Don Mendo Es que tu inocencia ignora que a más de una hora, señora, las siete y media es un juego.              Magdalena ¿Un juego?              Don Mendo Y un juego vil que no hay que jugarlo a ciegas, pues juegas cien veces, mil, y de las mil, ves febril que o te pasas o no llegas. Y el no llegar da dolor,  pues indica que mal tasas y eres del otro deudor. ¡Mas ay de ti si te pasas!            Si te pasas es peor.                        

                                                                                     Canción del jinete   Córdoba. Lejana y sola.   Jaca negra, luna grande, y aceitunas en mi alforja. Aunque sepa los caminos yo nunca llegaré a Córdoba.   Por el llano, por el viento, jaca negra, luna roja. La muerte me está mirando desde las torres de Córdoba.   ¡Ay qué camino tan largo! ¡Ay mi jaca valerosa! ¡Ay que la muerte me espera, antes de llegar a Córdoba!   Córdoba. Lejana y sola.                                     Federico García Lorca 

                                                                                           Querer quería   ¿Dónde están las ilusiones que a mi alrededor se apretujaban? ¿Dónde las acuciantes pasiones, siempre disputándose mi alma? ¿A qué imposible lugar han huido furtivas? ¿En qué momento se alejaron desbocadas? Si yo entonces tan sólo les pedía, por favor, hasta la esquina nada más, que me esperaran un ratito, un breve descanso para otear otros caminos, que aún quedaba mucho por andar.   ¿Qué parte de mi ser, el que querer quería, ha mutado de repente a lo insensible? ¿Cómo tan pronto esta rebeldía, este no soy yo levantado ingobernable? ¿No saben mis pasos que urge tu llamada? ¿Por qué este pago con indiferencia al llanto ? Empiezo ahora a intuir, en mi desgracia, tarde ya para los remedios, el grave error de abandonarme a la desidia: también la esperanza, antes que la vida, tiene fecha inaplazable de caducidad.                                             Luciano Maldonado          

                                                                                       Lo puedo imaginar                                                                                                                     "La leyes callan cuando las armas hablan." Así es, Cicerón, bien lo saben en las Galias. Mil espadas dieron voz a la locura. Tu cabeza cortarán en la tribuna, pues siempre las armas los discursos matan.   "Una retirada no es una derrota." Cierto, Cervantes, a veces es victoria. Recta espada vuelta pluma tras Lepanto. Cautivo en Argel, en cárceles penando, quijote seguidor de justicia y honra.   "Violencia no es compatible con amor." Ni furia, Tolstói, se hermana con pasión. Como no lo han sido nunca guerra y paz. Amor sólo busca entrega a los demás. Lo que hiciste siempre en vida: un gran don.   Dijiste "No hay camino para la paz; la paz es el camino." Gandhi, es verdad. Resistir los golpes sin mostrar violencia. Recorrer la vía

                                                                             Selección de Greguerías (1) 1. Las palabras son el esqueleto de las cosas, por eso duran más que ellas. 2. La ametralladora escribe los puntos suspensivos de la muerte. 3. La golondrina parece una flecha que busca un corazón... ¡Flecha mística! 4. Hay suspiros que comunican la vida con la muerte. 5. De la nieve caída en el lago nacen los cisnes. 6. Un tumulto es un bulto que les suele salir a las multitudes. 7. En la gruta bosteza la montaña. 8. El beso es hambre de inmortalidad. 9. La araña es la zurcidora del aire.                                                          Ramón Gómez de la Serna (1) La greguería es un género que se suele atribuir como original de este autor. Él la definió de forma concisa como humorismo más metáfora. En el fondo es filosofía, humor, juego de palabras a veces, pequeña poesía minimalista. Perlas de ingenio.

                                                                                                        Elegía (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)   Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano.   Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento, a las desalentadas amapolas.   daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.   Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado.   No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida.   Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.   Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo.   No perdono a la muerte enamorada, n

                                                                                               Todo es nada   Siempre consigo ganar a enemigos, pero hacer en la paz amigos, no.   Toco las nubes desde rascacielos y no distingo en el suelo una flor.   Sé cómo engordar bien mis almacenes, jamás matar el hambre alrededor.   Conozco de robótica y de cuántica; no de Machado, Mozart o Van Gogh.   Logro gastar energía a raudales y ahorrar lo más preciso en el amor.   Puedo llegar a Marte, si deseo, mas nunca alcanzaré tu corazón.                                                                                                                                                                              Luciano Maldonado                                                                                                           (Gijón, 2021)

                                                          (Celebra a una dama poeta llamada Antonia)   Antes alegre andaba; agora apenas alcanzo alivio; ardiendo aprisionado; armas a Antandra aumento acobardado; aire abrazo, agua aprieto, aplico arenas.   Al áspid adormido, a las amenas ascuas acerco atrevimiento alado; alabanzas acuerdo al aclamado aspecto, a-quien admira antigua Atenas.   Agora, amenazándome atrevido, amor aprieta aprisa arcos, aljaba; aguardo al arrogante agradecido.   Apunta airado; al fin, amando, acaba aqueste amante al árbol alto asido, adonde ardiendo alegre antes amaba.                                      Francisco de Quevedo