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Mostrando entradas de enero, 2023

Joyas (47) Mientras tú existas... (Ángel González)

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       Mientras tú existas...   Mientras tú existas, mientras mi mirada te busque más allá de las colinas, mientras nada me llene el corazón, si no es tu imagen, y haya una remota posibilidad de que estés viva en algún sitio, iluminada por una luz cualquiera... Mientras yo presienta que eres y te llamas así, con ese nombre tuyo tan pequeño, seguiré como ahora, amada mía, transido de distancia, bajo ese amor que crece y no se muere, bajo ese amor que sigue y nunca acaba.                                                          (Ángel González)

Retazos

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  Retazos Aún siento ecos de la Arcadia perdida, claroscuros de cine a contraluz, roce en la cara de cola de viento, que juega travieso, tras una esquina, a levantar faldas, inflar su vuelo, barrer hojas otoñales del suelo, mezclarme, por la gracia de su brisa, algunos pliegos sueltos de tebeo y un programa de mano de Ben-Hur. Hoy sólo son retazos de recuerdos. Por qué no me abandoné a tus caricias… Por qué no ascender y hacerme ligero, torbellino capaz de tocar el cielo, pirueta caprichosa, como tú. Lluvia que sacia la sed de la tierra, arroyos que desbordan a cascadas, regatos hacia el mar de mi niñez serpeando entre juncales y altas hierbas ‒ emboscada perfecta de piratas‒ rumbos de sueño en barcos de papel. Por qué no hice más caso a tu llamada. Por qué no alejarme siempre en volandas a ese refugio de Nunca Jamás… Tierra arcillosa esqueleto de charcas, barro con paja de humildes adobes, cuevas, torres, castillos de la

Poetry Luciano Maldonado Moreno

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 Poetry Luciano Maldonado Moreno         Introducción a mi canal de YouTube

Joyas (46) Aquí (Octavio Paz)

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      Aquí Mis pasos en esta calle resuenan en otra calle donde oigo mis pasos pasar en esta calle donde sólo es real la niebla.                Octavio Paz

La gran catástrofe

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  La gran catástrofe No podía pensar en otra cosa. La imagen de la gran catástrofe ya no lo abandonaba, porque se había encerrado en su cabeza. A la vez, sentía que había perdido las fuerzas. Igual que el resto de guerreros, a quienes veía tensos, serios. Regresaban por el sendero que habían marcado a la ida, cuando decidieron sobrepasar los límites del gran bosque. Pero ahora nadie prestaba atención a más señales de peligro. No. ¿Para qué? Nada era importante tras ver lo que habían visto. F altaban aún tres recorridos de la gran bola de fuego para llegar al poblado, mucho tiempo para masticar a solas la desgracia. ¿Cómo se la dirían a lo viejos y al brujo? Tenían presentes las palabras de los ancianos. Coincidían en su juicio cuando veían cruzar objetos extraños, diminutos y brillantes en el cielo, muy alto, con una cola blanca y estrecha que se iba desvaneciendo por su final mientras avanzaban. Eran espíritus de muertos vivientes que abandonaban la tierra, hartos