Aullidos de chacal


                                                                                 

                                                                                Aullidos de chacal

 

    Se había producido un silencio incómodo. Ya era casi de noche cuando los focos iluminaron la pista de tierra.

 -Sería mejor mañana -dijo por fin su mujer-. Cuando lleguemos a ese sitio de la sierra, con la oscuridad... ¿Te vas a aclarar entre tantas tumbas? ¿Pero tú sabes realmente dónde está la tuya?

    -Claro que sé dónde se encuentra. El plano que me mandaron estaba muy bien detallado.

    Una docena de curvas después, un letrero de metal suspendido por unas cadenas de un poste es la señal para desviarse.

    -¿Has visto que ponía "Sad Hill"? Imposible perderse. No tardaré -fue su despedida mientras encendía una linterna.

    Caminó por el prado, en descenso hacia el círculo empedrado situado al oriente. Poco antes, ya se topó con la primera fila de cruces. Había visto antes del viaje muchas fotos de aquel singular cementerio. Estaba impaciente por ver in situ su propia tumba.

    Muy pronto, se mimetizó con Tuco, el personaje de El bueno, el feo y el malo. Como él, estaba buscando también una tumba, aunque en su caso sin oro.

    La emoción llegó a atenazarlo cuando alcanzó el empedrado del círculo central. Allí, donde tuvo lugar el famoso duelo a tres, cincuenta años antes. Incluso creyó sentir los mismos aullidos de chacal que imitó Morricone con su música. Bajo la luz de la linterna, el epitafio encargado parecía marcado a fuego sobre una cruz de madera.

    -Deja tus ensoñaciones y atiende, que va a comenzar el acto.

    Su mujer adivinaba sus distracciones. Sabía que él aún recreaba su llegada al cementerio la noche anterior. Pero ahora era mediodía y muchas cabezas se protegían del sol bajo sombreros vaqueros. Uno de los organizadores comenzó a hablar:

    -Bienvenidos todos los seguidores de esta mítica película. Gracias a vuestra colaboración, a haber apadrinado una tumba, hemos podido ir desbrozando y levantando cruces sobre los cinco mil montículos hechos durante el rodaje. Como se dice en la película, "El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan". Pues bien, nosotros cavamos.

                                                                                                    Luciano Maldonado

                                                                                                        (2016 - Gijón)

 

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