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Gran elixir

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  Gran elixir      En aquella tranquila comarca vinícola, la calma se rompió de repente una noche cuando se encontraron entre los toneles de su bodega el cuerpo sin vida de Ricardo, uno de los bodegueros más prestigiosos de la región. No era muy mayor y de sus antecedentes médicos no podía deducirse un final así. Todo ayudaba a pensar que no había sido una muerte natural, pero habría que esperar al resultado de los forenses. De momento, la policía local estaba desconcertada; si de verdad se trataba de un crimen, no había pistas de quién y cómo lo había cometido.      Las tres de la madrugada. Desesperados, precintaron el local y llamaron a don Alejandro, un experto en vinos con habilidad especial para detectar detalles que otros pasaban por alto. Nada más llegar a la bodega, este particular detective observó varias botellas sobre un barril, pero sólo una abierta. Olió el contenido y frunció el ceño. A su alrededor estaban expectantes, ...

Joyas (79) A mis soledades voy (Lope de Vega)

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        A mis soledades voy A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos. No sé qué tiene el aldea donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo, no puedo venir más lejos. Ni estoy bien ni mal conmigo; mas dice mi entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo. Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio. De cuantas cosas me cansan, fácilmente me defiendo; pero no puedo guardarme de los peligros de un necio. Él dirá que yo lo soy, pero con falso argumento; que humildad y necedad no caben en un sujeto. La diferencia conozco, porque en él y en mí contemplo su locura en su arrogancia, mi humildad en mi desprecio. O sabe naturaleza más que supo en este tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos. «Sólo sé que no sé nada», dijo un filósofo, haciendo la cuenta con su humildad, adond...

Joyas (78) Ya no será (Idea Vilariño)

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       Ya no será Ya no será ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros.   No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar.   Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives con quién ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche nunca.   No volveré a tocarte. No te veré morir .                                           (Idea Vilariño)

Bajo sus pies

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  Bajo sus pies Masud siempre pensó que algún día se haría realidad lo que significaba su nombre: “afortunado”. Siendo todavía joven, creyó que ese momento llegó al conocer a un vigilante del templo de Isis, en Filé. Pronto se hizo su amigo y lo acompañó varias tardes en faluca desde Asuán hasta la isla, para hacerle llevaderas sus largas guardias nocturnas. También, muy pronto, comenzó a guardar bajo una losa valiosos objetos que los antiguos sacerdotes usaban en sus ritos. Pero Masud no pudo volver jamás a Asuán sin el vigilante. Es más: tuvo que abandonar su casa, incluso emigrar a Turquía, por deudas de juego. Algún día regresaría por su tesoro y cerraría bocas con dinero. Su vida en Estambul, desconectado de familia, y todo lo que tuviera que ver con Egipto, no fue fácil. Pasó años de miseria y nuevas deudas de juego. Hasta que por fin, cuando juzgó que otra losa, en este caso de tiempo, habría tapado su pasado, volvió junto al Nilo. Le aguardaba su lugar secr...

Joyas (77) Lo inefable (Delmira Agustini)

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      Lo inefable Yo muero extrañamente... No me mata la Vida.   No me mata la Muerte, no me mata el Amor;    muero de un pensamiento mudo como una herida...    ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor      de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,    devorando alma y carne, y no alcanza a la flor?    ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida    que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...      ¡Cumbre de los Martirios!... ¡Llevar eternamente,    desgarradora y árida, la trágica simiente    clavada en las entrañas como un ardiente feroz!...        ¡Pero arrancarla un día en una flor que abriera    milagrosa, inviolable!... ¡Ah, más grande no fuera    tener entre las manos la cabeza de Dios!       (Es un poema que no deja de leerse con un cierto esc...

Mujer de la familia Hofer

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  Mujer de la familia Hofer Fue lo primero que hizo nada más entrar en la National Gallery: consultar la ubicación del retrato en el plano que le habían dado con la entrada. Un cuadro que lo tenía por completo seducido, que ya ocupaba un lugar preeminente en su pinacoteca mental de imágenes fascinantes. Claro, que la descripción tan detallada de la pintura que le hizo su compañero de vuelo el día antes, entre Munich y Londres, había tenido mucho que ver en esto. A un metro de distancia de la obra, sobresalía, en efecto, el gran tocado blanco de la dama. De la parte posterior del mismo, descendía un lago velo de la tela sobre el hombro derecho, cruzaba con amplios pliegues el pecho y, finalmente, terminaba descansando en el hombro contrario. El rostro, pues, quedaba enmarcado en un círculo luminoso, destacándolo tanto del vestido como del fondo, especialmente oscuros. Pero, sin duda, lo que más llamaba la atención al espectador era aquella mosca. Un insecto que el pintor,...

Joyas (76) A la inmensa mayoría (Blas de Otero)

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    A la inmensa mayoría   Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos su versos.   Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto.   Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo.   ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto.   Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y uno. Blas de Oter o.                                            ...